Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1881-1882 (Cortes de 1881 a 1884)
Sesión: 27 de junio de 1882
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 162, 4880-4885
Tema: Interpelación de Moret sobre la situación política

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Voy a decir, Sres. Diputados, muy pocas palabras, porque no quiero prolongar más este debate. Y voy a seguir en las breves frases que pienso pronunciar el orden con que han hablado todos los oradores que han tomado parte en esta discusión.

Debo empezar por el Sr. Conde de Toreno, que no parecía hoy encontrarse muy contento, a pesar de los plácemes de ayer y de aquellas palabras de mi distinguido amigo particular el Sr. Isasa: "hasta ahora vamos bien, " que me hacían recordar las de aquel loco de Sevilla que empeñado en que había aprendido a volar y había descubierto el secreto, se subió a la Giralda, se arrojó de ella, y apenas acababa de perder el terreno firme en que se encontraba, iba diciendo en el camino: "Bien voy; ¡si durara?!" Lo mismo le digo yo al Sr. Isasa.

Si hubiera durado, hubieran ido bien los conservadores; pero por lo visto duró poco, porque se ha levantado el Sr. Conde de Toreno, y el único punto de contacto, la única semejanza que ha encontrado S. S. (¡y cuidado que es agudo el Sr. Conde de Toreno!) entre la política liberal de este partido y la del partido conservador es que el Ministro conservador Sr. Conde de Toreno ha hecho kilómetros de carretera como los ha hecho el Ministro Sr. Albareda del partido liberal. Este es el único punto de contacto que S. S. ha encontrado entre una y otra situación. Pero no hablé yo del fomento que a las obras públicas ha dado este Gobierno con el objeto de establecer una diferencia entre uno y otro partido; hablé de eso para disculpar de alguna manera que no haya el Gobierno realizado todas las refor- [4880] mas políticas de que tan ansiosos están los amigos, porque todo no se puede hacer de una vez.

Hemos tenido que atender a diversidad de asuntos, y entre otros muy principalmente, y porque así lo reclamaban las necesidades del país, a las obras públicas. Y en este concepto dije yo que estábamos construyendo 4.000 kilómetros de carreteras y que estábamos reparando 10.000. Que S. S. dejó muchos de esos 4.000 kilómetros, es claro; pero algo dejó que hacer cuando estamos en la obligación de recomponer 10.000 kilómetros de carreteras, lo cual prueba que en muchos años no se ha hecho reparación ninguna, y prueba también que en lo único en que debiera ser conservador ese partido deja de serlo aunque se llama conservador, porque ha conservado muy mal las obras públicas. Claro es que hay que estar constantemente conservando las obras públicas y reparándolas; pero cuando llega un año en que hay que reparar 10.000 kilómetros de carreteras, es que han pasado muchos años sin reparar nada.

Y puesto que el Sr. Conde de Toreno no ha encontrado más puntos de contacto entre la política de este partido y la del partido conservador, no tengo más que decir sobre este punto, sino advertir a los demócratas y advertir a los demás que los aplausos que daban ayer son aplausos parecidos a los que vienen dando en la prensa y a los que han dado estos días después que han visto que podían sacar algún provecho del descontento de algunos amigos nuestros, porque antes esos aplausos eran sinceros, y la prueba es que siempre nos decían los conservadores que llevábamos por nuestro liberalismo las instituciones al precipicio.

En lo demás no ha encontrado semejanza ninguna el Sr. Conde de Toreno, y sobre todo en la medida, que yo no recordaba que era de S.S., que yo la atribuía al partido conservador, en la medida contra los profesores de la Universidad de Madrid y de otras Universidades de España. Esto no lo ha explicado S. S. satisfactoriamente; todo lo más que ha dicho es que si el partido conservador dictó esa medida contra los catedráticos, no ya el partido liberal, sino yo dicté otra medida contra otras gentes que desterré a Filipinas. (El Sr. Conde de Toreno: Catedráticos.) Yo no he desterrado ningún catedrático a Filipinas. (El Sr. Conde de Toreno: A los que no juraron los separó S. S., en unión de otros Ministros de su partido.)

Eso está ya muy contestado, ha sido objeto de grandes debates, y yo he dicho y repito ahora que siempre que me encontrara en igual caso haría lo mismo. Pero ¿qué tiene que ver una medida tomada por un Gobierno que en aquel momento era dictador, cuando amenazaba arder España por todos sus cuatro costados como producto de los incendios que aterraron a este país; qué tiene que ver esa medida adoptada en circunstancias tremendas con la medida tomada por S. S. en tiempos normales de paz y tranquilidad con los catedráticos de las Universidades? Por consiguiente, de eso no quiero discutir, porque hasta en eso por lo visto me diferencio yo y se diferencia el partido liberal del Sr. Conde de Toreno y del partido conservador.

Y voy al Sr. López Puigcerver, porque deseo abreviar la discusión.

Siento que el Sr. López Puigcerver haya tomado la palabra, aunque le oigo siempre con mucho gusto, para contestar a una alusión que por mí le fue dirigida, porque no tenía necesidad de ello S. S., a no ser que haya sido para confirmar lo mismo que yo dije. Mi argumento era el siguiente: no debe ser la ley provincial tan mala ni tan reaccionaria cuando hay un representante tan digno y autorizado de la democracia como el Sr. Puigcerver, que ha sido uno de los individuos más importantes de la Comisión, que ha dado dictamen y la ha defendido, dije, con entusiasmo; y S. S. se ha levantado a decir que con entusiasmo no, que la ha defendido porque la cree buena, con buenas tendencias y con buen espíritu, pero que con entusiasmo no.

Pues yo siempre que defiendo una cosa la defiendo con entusiasmo, o no la defiendo. Pero hay que advertir que cuando el Sr. López Puigcerver decía esto lo decía con entusiasmo mayor que el que ha empleado en la Comisión. Mi argumento queda, pues, en pie, y tampoco tengo en este punto nada más que decir. Pero S. S., y esto no importaba a la alusión, ha creído ver una contradicción entre lo que yo dije del sufragio universal y el sufragio que se admite en la ley de organización provincial; y una de las razones que le han movido a aceptarla como buena y aplaudirla es que S. S. la ha defendido y ha firmado el dictamen, porque si no, no la hubiera firmado ni la hubiera aplaudido. No hay, pues, semejante contradicción.

Entre el sufragio que establece la ley provincial y el sufragio absoluto, tal y como se estableció aquí en cierta ocasión y tal como lo entienden los partidarios del sufragio universal, hay un abismo, abismo que sus señorías mismos lo comprenden; no hay más sino que no han tenido SS. SS. la franqueza que yo he tenido. Y con esto me dirijo también al señor general López Domínguez, que quiere ser muy amigo mío, pero que en todo encuentra tiquis miquis para no serlo, y lo ha encontrado también en lo que yo dije del sufragio universal. No es que yo altere el orden de la discusión: también iré al Sr. López Domínguez cuando le toque; pero al contestar al Sr. López Puigcerver sobre este punto, puede tomar S.S. para sí la parte que le corresponda.

La revolución de Septiembre se hizo con tres elementos reunidos: tonel partido progresista, una gran parte de la unión liberal y la democracia. Conquistado el triunfo, claro está que cada uno de estos tres elementos había de procurar sacar para sí el partido más ventajoso; y la democracia, que aunque no era tan numerosa como la unión liberal y como el partido progresista, y puedo añadir que no hubo de contribuir al triunfo tan eficazmente como el partido progresista y el de la unión liberal; la democracia, digo, tuvo entonces mucha influencia en la solución que se había de dar a todas las cuestiones que surgieron después del triunfo de la revolución, porque ciertas ideas en ciertos momentos se hacen de moda, puesto que las corrientes venían en aquel sentido, y ya sabemos que después de la revolución triunfante no se había ni se puede hablar más que de libertad.

Se reunieron las Cortes; había que preparar soluciones, había que hacer una Constitución, y aquí entraron las dificultades, porque cada uno de los tres elementos quería imprimir sus tendencias y su carácter en la Constitución del Estado. ¿No sabe el señor general López Domínguez, y no sé si lo sabrá también el Sr. López Puigcerver, las dificultades que para venir a una transacción ocurrieron? Pues una de las mayores fue el sufragio universal. (El Sr. Becerra: Ninguna.) Para S. S. no; pero para mí grandísimas, y para el partido. (El Sr. Becerra: Yo fui de la Comisión de [4881] Constitución, y sé que no ocurrió ninguna dificultad.) ¡Pero si yo me refiero a mucho antes de eso! ¿Qué tiene que ver una cosa con otra, si el sufragio universal se estableció por decreto? El Sr. Becerra, mi amigo y mi compañero en esa materia está trascordado en las fechas. Su señoría fue individuo de la Comisión para formar la Constitución, donde se estableció el sufragio universal; pero el sufragio universal se acordó para la elección de las Cortes Constituyentes que hicieron esa Constitución.

El Sr. BECERRA (D. Manuel): ¿Quiere permitirme el Sr. Presidente del Consejo de Ministros una aclaración sobre esto?

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Con mucho gusto:

El Sr. BECERRA (D. Manuel): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. BECERRA (D. Manuel): No pensaba terciar en este debate, hasta tal punto, Sres. Diputados, que por no molestar a la Cámara había renunciado la palabra.

Cuando el Sr. Presidente del Consejo ha dicho que había traído grandes dificultades que vencer la cuestión del sufragio universal, entendí yo que se refería S. S. a la Comisión de Constitución. Pero si no es así, diré que al redactarse aquel manifiesto de conciliación que se formó entrando a parte iguales el partido progresista, el unionista y el democrático, el manifiesto del 12 de Noviembre, en el cual he tenido yo más parte que nadie, y esto seguro que nade podrá rectificarme, había quien lo buscaba y había quien no estaba tan inclinado; pero no hubo dificultad ninguna sobre el particular: las únicas excepciones que se hicieron fueron las de un hombre importante del partido progresista que no afirmaba ni negaba nada para lo que había de verificarse posteriormente, pero que exigía que por sufragio universal se eligiesen las Cortes Constituyentes, si bien apuntaba la idea de que no opinaba por el sufragio para lo demás. Después, en la Comisión de Constitución, lo mismo que al redactarse el manifiesto a que me estoy refiriendo, no hubo siquiera discusión, como apenas la ha habido para lo demás, excepto en una cosa, que fue la libertad de cultos.

Esto es lo que tenía que decir, y doy gracias al Sr. Presidente del Consejo, mi amigo, y al Sr. Presidente de la Cámara, por la bondad que han tenido al permitirme hacer estas manifestaciones.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros continúa en el uso de la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Resultado: grandes dificultades para aceptar ese y otros principios, pero muy singularmente ese. Pero la democracia hacía realmente una gran concesión, porque hecha la revolución, la democracia quería que la revolución fuera republicana, y los que éramos monárquicos queríamos que la revolución fuera monárquica. Tenían entonces una gran simpatía en el país todas las democracias, por las ideas avanzadas que representaban y porque en esos momentos la atmósfera está muy caliente y todo el mundo la respira.

El resultado es que tenían por eso grandísima influencia, y nosotros los monárquicos, a condición de que los demócratas nos aceptaran la Monarquía, y sobre eso no hubiera duda ni se discutiera siquiera, accedimos a todos los demás principios y procedimientos democráticos que los demócratas nos pidieron, y entre ellos estaba el sufragio universal como uno de los derechos, que no es derecho individual, Sr. Moret, ni en ninguna parte se ha considerado como tal. (El Sr. Moret: Yo no he dicho que lo sea.) ¡Oh, sí! Lo ha dicho su señoría, y lo ha dicho más de una vez; estoy seguro de ello. (El Sr. Moret: Habrá sido una equivocación.) Pues lo ha dicho S .S. por equivocación.

Pues bien; uno de los procedimientos que más trabajo nos costó a los progresistas y a la unión liberal aceptar, fue el sufragio universal (El Sr. Becerra pide la palabra); pero en último resultado, lo aceptamos como una transacción, a cambio de que la democracia nos aceptara a nosotros sin dudas, sin vacilaciones y sin reservas el principio monárquico, y lo que es más, el principio monárquico con todos sus atributos, que así se consignó en todas aquellas conferencias, y por último, en la transacción que se hizo. De manera que realmente el sufragio universal no ha sido nunca un principio de la bandera del partido progresista; fue un principio aceptado por el partido progresista y por la unión liberal, a cambio de que la democracia nos aceptara sin duda alguna la Monarquía.

Todos sabéis lo que pasó: nosotros, a pesar de lo ocurrido, a pesar de que el contrato realmente desapareció, hemos defendido en su integridad la obra de la revolución de septiembre, porque hemos querido defender siempre su espíritu, y aun cuando la transacción había desaparecido, y aun cuando los que quisieron darnos la Monarquía a cambio de que aceptáramos los principios democráticos se fueron por otro camino y dejaron la Monarquía, nosotros todavía continuamos defendiendo las soluciones democráticas en cuanto eran soluciones de la revolución de Septiembre, porque no queríamos que se dudara de nosotros y se creyera que queríamos escaparnos de defender el espíritu y los principios de la revolución de Septiembre. Este principio lo defendimos nosotros en la Constitución de 1876; y reconociendo sus errores, suplicábamos a las Cortes que los sustituyeran con otro que modificara la Constitución de 1869, que a eso ayudaríamos nosotros; pero que no podíamos tolerar que cada Gobierno y cada nuevas Cortes que aquí vinieran trajeran una nueva Constitución.

Y todavía cuando se trató del sufragio universal, cuando se discutió la ley electoral, nosotros enfrente de la solución conservadora defendimos el sufragio universal, que era una solución todavía de la revolución de Septiembre; pero lo defendimos como reforma que se encontraba hecha; porque yo tengo el principio y la íntima convicción de que las reformas una vez hechas no deben destruirse, sino modificarse y mejorarse, y en este sentido defendieron D. Venancio González y el Sr. León y Castillo el sufragio universal, y como lo defendéis vosotros, porque yo, ya que se trata del Sr. López Puigcerver, podré juntar a S. S. con el Sr. Moret, y por lo tanto he de decir que yo he oído con mucho gusto al Sr. Moret esta tarde, y que aunque no diera otro resultado esta discusión, a mí me satisface y no me apena, aunque me causa molestias que soporto con dificultad, porque no estoy bueno ni lo estaba ayer.

Me alegro, pues, de que el debate haya venido, porque ya nos vamos aproximando, y ya va realizándose aquello que yo tanto deseaba: ahora que S. S. quiere alejarse más, es cuando está más cerca de nosotros y nosotros más cerca de su señoría.

¿Cuáles eran las diferencias, Sres. Diputados, que [4882] yo hacía notar entre los partidos democráticos y el partido liberal? La primera la Constitución del 69; que yo creía, que creo, que creían todos los Sres. Diputados y creía el país que los partidos democráticos tenían el compromiso de volver a la Constitución de 1869. (El Sr. Moret: Mi discurso de 10 de Noviembre lo dice terminantemente; está impreso.)

Yo he oído a algunos apóstoles de ese partido, que también tiene sus apóstoles; yo he oído en el Senado a uno de los jefes más caracterizados de ese partido decir que volverían a la Constitución de 1869. (El Sr. Moret hace signos negativos.) Y si no recuerdo mal, yo se lo he oído también a S. S. Pero en fin, todos hemos oído mal; convengamos en que todos hemos oído mal. Pero ¿no es así que S. S. acepta de hoy para siempre, es decir, de hoy para siempre en cuanto se puede emplear la palabra siempre en estos casos (Risas), de hoy para cuando sean Gobierno, y siendo Gobierno, la Constitución de 1876 como suya para gobernar con ella, como bandera constitucional? (El Sr. Moret: Evidentemente.) Pues ya no hay cuestión.

Conste que en punto a Constitución S. S. y yo estamos igual; el partido democrático y el partido liberal juntos.

Vamos al sufragio universal. El sufragio universal, he dicho yo ayer que en absoluto, como ideal, lo acepto, lo proclamo: ya sé que podrá llegar un día; pero creo que su inmediata realización, tal como se pretende realizarlo por algunos, en vez de ser procedimiento favorable a la libertad, es instrumento de reacción; porque me parece a mí que en el estado, no de nuestra sociedad, porque yo no rebajo nunca a mi país, sino en el estado social de los pueblos que pasan por más adelantados que el nuestro, no existe el sufragio universal en toda su integridad absoluta.

Porque claro está que el sufragio universal dista mucho del sufragio que se ha adoptado en la ley provincial; y hasta tal punto dista mucho, que son muchos más los que se quedan sin voto que los que lo tendrían con el sufragio universal. Pues precisamente eso quita la gran masa, que es el gran inconveniente del sufragio universal, y da la garantía que ha de darse al sufragio universal si ha de ser verdad.

Pues yo digo que lo que se hace con el sufragio para las Diputaciones provinciales, y que ha aceptado y parece muy bien al Sr. López Puigcerver, es lo mismo que el partido constitucional hizo con el voto particular del Sr. Ulloa. Nosotros habíamos venido comprometidos a sostener el sufragio universal por compromisos con la revolución de Septiembre; nosotros lo defendimos como medida, como reforma hecha, pero siempre diciendo que había que reformarlo; y la reforma que pudimos encontrar se encargó al Sr. Ulloa que en nombre del partido constitucional la sostuviera como programa respecto al sufragio universal, desde aquellos bancos en un voto particular, que es lo que nosotros hemos adoptado para las Diputaciones provinciales y lo que pensamos adoptar para todo lo demás; porque nosotros, en vez de adoptar el sufragio universal absoluto, en lugar de eso, lo que vamos a hacer es lo natural, lo que hacen todos los países que cuidan un poco, que miman un poco la libertad, porque cuesta mucho conquistarla, lo mismo que se hace en los países que pasan por ser más liberales, que es, ir ensanchando el sufragio a medida que avanza la educación, e irlo ensanchando de esa manera hasta donde hemos llegado hoy.

Esto lo indicó terminantemente el voto particular del Sr. Ulloa; ésta es en ese punto la doctrina y la regla del partido liberal, puesto que era la doctrina y la regla del partido constitucional; y puesto que nosotros aceptamos la Constitución que hicieron de acuerdo con los conservadores los centralistas, a cambio de que ellos aceptaran nuestros principios, claro es que ese es nuestro compromiso en la cuestión de sufragio y en toda clase de cuestiones.

Dice el Sr. López Puigcerver que ese paso le satisface, porque es acercarse al sufragio universal: pues así la acepto yo.

Pues vamos a ver qué decía el Sr. Nieto, también individuo importante de esa fracción. Pues decía (y eso atacando la ley, que si hubiera sido para defenderla?) pues decía lo siguiente: "El sufragio universal es una forma imperfecta, pero hay que llegar a ella y elevarse luego sobre ella para completarla. "

Eso es lo que nosotros quisimos hacer también en el sufragio universal, y a lo que venimos comprometidos por aquella transacción: completarlo pasando por encima de él.

"Y todo aquel que examine el libro abierto de la sociedad y siga además el movimiento de la ciencia moderna, se convencerá de que dentro de algunos años los pueblos han de considerar esto como un axioma. Si ha de obtenerse la representación exacta de la sociedad, y ésta ha de mirarse como en un espejo en los Poderes constituidos, es necesario que todos los que tengan capacidad tengan derecho de elección, y que todos los que tengan derecho de elección lo tengan en proporción a sus condiciones, a su valer, al peso que en la sociedad alcance su personalidad. "

Así también quiero yo el sufragio universal. Ese es el sistema italiano. ¿A mí qué me importa que no tenga más que un voto el Sr. Castelar, y no tenga voto ninguno el cabrero que no sabe lo que pasa en el mundo, cuyo único quehacer es guardar cabras sentado sobre unas peñas mirando las estrellas del cielo; o que tenga un voto ese cabrero y el Sr. Castelar tenga 100 votos? Siempre ganaré 99 votos a favor de la inteligencia.

Por consiguiente, resulta que en la cuestión del sufragio también SS. SS. están de acuerdo con el partido liberal: no hay más sino que SS. SS. se vienen al partido liberal. Ya tenemos, pues, dos principios que nos separaban y que ya no nos separan.

Queda el Jurado, en lo cual S. S. no me parecía que opina como todos sus compañeros y como todo su partido; pero esto lo podríamos arreglar, porque S. S. convendrá que estableciendo el Jurado, aunque no sea más que en los límites que fija la Constitución de 1869, y esos piensa darle el partido liberal, me parece a mí que el partido democrático se va a conformar con eso, dejando después al Jurado que con la imparcialidad de sus veredictos vaya conquistando mayor competencia.

Y en cuanto a la base 5ª estamos también de acuerdo; porque al fin y al cabo, ¿qué ha pasado aquí? Pues no ha pasado nada: S. S. y el Gobierno están realmente de acuerdo en la base 5ª; pero ocurren dificultades en su planteamiento, y S. S. como no es Gobierno, dice: "a mí no me importa nada; yo me quedo con mis ideas. " Pero el Gobierno tiene que cuidarse de otras cosas más que de hacer leyes: tiene que cuidar de que el país no se perturbe; tiene que cuidar de si se perturba tranquilizarle; tiene que cuidar de dar aliento, [4883] ánimo y esperanza a todos los ciudadanos; tiene que cuidar de los intereses que se crean lastimados, y tiene que dar una satisfacción a esos intereses, y tiene que conciliarlos, que es el primer deber de todo Gobierno: y en vista de los diferentes deberes que el Gobierno tiene respecto de S. S., claro está que el Gobierno ha transigido más que S. S. Su señoría no tenía necesidad de transigir, y el Gobierno sí, como hubiera transigido S. S. si hubiera estado en este puesto, y como ha transigido otras veces en cuestiones análogas.

Por consiguiente, resulta que cuando el Sr. Moret ha querido separarse de nosotros, está más cerca de nosotros, y así que S. S. descienda un poco del campo en que se ha colocado, se acercará a nosotros cada vez más, y podremos marchar juntos, y dar batallas juntos, S. S. y sus amigos prestándonos su benevolencia, y nosotros haciendo lo posible para merecerla.

Voy al Sr. Aguilera. El Sr. Aguilera, que formara en las filas de otra democracia distinta de la democracia del Sr. Moret, ha hecho sus declaraciones en nombre de esa parte de la democracia. El Gobierno agradece a S. S. las benévolas frases que ha empleado para hacer sus manifestaciones, porque ha reconocido lo que algunos hasta no nos quieren reconocer, y es, que en punto a libertad práctica hay toda la que los partidos pueden desear; no hay más sino que el Sr. Aguilera dice: "pero es necesario que esa libertad práctica se traduzca en leyes, porque si no, parece que se nos da de limosna y queremos tenerla de derecho."

Dice bien el Sr. Aguilera, y ha pensado bien esa fracción; así debe ser y así será; pero comprenda mi amigo particular Sr. Aguilera las dificultades que ha tenido el Gobierno para traducir en leyes esas libertades prácticas, y mientras tiene espacio de tiempo para llevarlas a cabo, todo lo que puede hacer lo hace, y es, dejar que se infiltren en las costumbres esas libertades que estaban fuera de ellas.

El Sr. Aguilera ha reconocido que en efecto hay más libertad ahora que en tiempo de los conservadores. No basta esto; no se hace así justicia al Gobierno; yo puedo decir a S. S. que hay toda la libertad que puede haber en el país que sea tenido por más liberal.

Yo pregunto: ¿hay país en el mundo donde los partidos que estén fuera de la legalidad tengan más libertad que tiene ahora aquí? Que me digan si hay algún país en que tengan más libertad en sus movimientos, que tengan más libertad que la que tienen en España. Nosotros hemos tenido al lado de este Congreso, del Congreso español y del Senado español, otro Congreso; hemos tenido el Congreso sinalagmático, el Congreso federal; a él han venido representantes de todas las provincias; han estado discutiendo, han discutido la federación de España, los medios de gobernar estas federaciones; han discutido hasta los presupuestos que han de tener las federaciones para cuando los federales sean poder, y claro está que entre los acuerdos que han tomado, que se realizarán cuando Dios quiera, han acordado también la unión de España y Portugal.

Pues bien, si no os habéis percibido de esto, yo debo deciros que nadie se ha metido con ellos: han tomado sus acuerdos y se han retirado a sus casas tranquilamente, muy satisfechos y muy ufanos, después de haber hecho lo que han hecho. Pues así se crean las costumbres públicas. Pues si el Sr. Pí y Margall con su partido ha podido hacer todo eso, ¿qué no pueden hacer los demás partidos? Pueden hacer todo lo que hacen: pueden verificar sus evoluciones y manifestar sus opiniones con entera libertad. Mientras no falten a las leyes, pueden hacer todo lo que estimen conveniente; y eso precisamente, ni más ni menos, es lo que se hace en los países que se tienen como más libres: eso se hace en Inglaterra, en Bélgica; en ninguna parte se ha ido más allá; y en España no ha habido nunca tanta libertad, ni aun bajo la denominación de los partidos que como más liberales que nosotros se tenían.

Por consiguiente, si el Gobierno no ha traducido en leyes esas libertades, ha sido porque no ha tenido tiempo para ello; pero si deja practicar esas libertades aunque la ley no las concede, ¿cómo se ha de oponer a garantirlas en las leyes?

El Sr. Aguilera sabe las dificultades con que hemos tropezado en la cuestión de Hacienda; el Sr. Aguilera sabe que tenemos sesiones dobles y las que hemos prorrogado, y a pesar de eso no hemos podido dar vado a diferentes proyectos presentados por el Gobierno algunos de ellos en el primer período de la legislatura. Ahí está, y S. S. es muy entendido en esto, el cambio completo de los Códigos del país en sentido liberal; ahí está la ley de asociaciones; ahí está la ley de imprenta; ahí están otros proyectos, y no hemos traído más porque hubiera sido hacer un alarde innecesario presentar esos nuevos proyectos cuando no teníamos suficiente tiempo para discutir los que he citado.

Por consiguiente, el Gobierno agradece mucho al Sr. Aguilera y a la fracción en cuyo nombre ha hablado, la justicia que le ha hecho, y en cambio le da la seguridad de que todo lo que se está realizando se escribirá pronto en las leyes, para que legalmente se practique lo mismo que se practica hoy. Así, pues, no ha de pesar al Sr. Aguilera y sus amigos la benevolencia que nos continúen dispensando, porque, créanme, la merecemos, y todas las leyes relativas a las libertades individuales las hemos de poner en armonía, en consonancia con esa libertad práctica.

Después de haber dicho esto al Sr. Aguilera, ¿qué voy a decir a mi amigo el señor general López Domínguez, que siendo amigo mío, tiene menos confianza en mí que el Sr. Aguilera? ¿Qué quiere que le diga, sino que es un amigo muy desconfiado, y que los amigos desconfiados dan muchos disgustos?

El Sr. López Domínguez está viendo que aceptamos el sufragio tal como él lo quiere, puesto que no quiere el sufragio sino como lo comprende el partido liberal, como se consiguió en el voto particular del señor Ulloa cuando aun no se había hecho la fusión; el Sr. López Domínguez ve consignado este sufragio en la ley provincial: ¿por qué, pues, me hace un cargo por lo que dije ayer? ¿O es que S. S. desea también el sufragio universal como lo quiere el Sr. Pí y Margall, No ya como lo quiere el Sr. Moret y el Sr. Nieto y el mismo Sr. Puigcerver?

Yo no pido al Sr. López Domínguez sino que ya que hemos estado tanto tiempo juntos, no sea menos amigo nuestro que lo son nuestros adversarios, que lo son los que no han estado jamás a nuestro lado. Porque aquí pasa una cosa singular, Sres. Diputados. Yo tengo hoy la misma conducta política que he tenido siempre; yo hago hoy lo mismo que he hecho siempre, avanzar constantemente, pero con las precauciones necesarias para que no se dé un paso inútil. Antes, siendo mi conducta la misma que ahora, los partidos democráticos me llamaban reaccionario, tirano, y me hacían una guerra sin tregua, una guerra cruel; y en- [4885] tonces el Sr. López Domínguez y el Sr. Balaguer, que estaban conmigo en el Ministerio, creían que yo era liberal, a pesar de que no quería marchar como los partidos extremos querían que marchara; entonces les parecía bien; y ahora que esos partidos extremos se han convencido de que yo tenía alguna razón, de que no se podía marchar tan rápidamente, y por eso nos dispensan su benevolencia, teniendo como tengo la misma conducta que entonces, estos amigos míos no están contentos.

Yo quiero que el Sr. López Domínguez reflexione sobre esto. Yo soy buen amigo de S. S.; pero comprenda que si a cada instante tiene desconfianzas injustificadas, me amargará la vida, y bastante me la amargan los adversarios para querer que me la amarguen también los amigos.

Bajo la forma bella y seductora que el Sr. Moret da a sus discursos, llega a confundir cosas que no deben confundirse; llega a equiparar la libertad con el procedimiento para adquirirla; y de aquí el que pretenda deducir que en mi opinión no se debe dar libertad a un pueblo sino cuando esté preparado para recibirla; porque dije que debía irse extendiendo el sufragio a medida que aumentase la educación del pueblo.

Su señoría añadía que eso era lo que hacían los partidos conservadores, que nunca encontraban dispuesto al pueblo para el ejercicio de la libertad, y por eso se la negaban constantemente.

No, Sr. Moret; yo hago eso con todo lo que es procedimiento, pero no con la libertad, no con los derechos individuales; y por no hacer S. S. esta distinción, venía a confundir un poco los derechos individuales con el sufragio. El derecho individual no debe tener más límite que el derecho de los demás; pero eso no tiene nada que ver con que yo no me atreva a admitir el sufragio universal para nuestro pueblo, como no lo admiten muchos en Bélgica, como no se admite en otros pueblos que parece más grados de ilustración que el nuestro.

No: en esto hay que andarse con algún cuidado, porque si no, resulta entonces muchas veces lo contrario de lo que se va a buscar. Y si no, no me negará su señoría que la Inglaterra es muy solicita de los derechos del ciudadano, los derechos del ciudadano allí se respetan como en ninguna parte. ¿Cuál es allí el derecho del ciudadano? Pues el ciudadano puede ejercitar sus derechos en tanto cuanto no ofenda, ni lastime, ni coarte el derecho de los demás; esa es la limitación que tiene allí el derecho, y sin embargo no hay sufragio universal. (El Sr. Moret: Eso no tiene nada que ver.) ¡Ah! ¿No tiene nada que ver? Pues hasta en esto estamos conformes: que la libertad del ciudadano no tenga más límite que la libertad de los demás.

Pero vea S. S. cómo nos vamos entendiendo. ¿No ve S. S. que cuando creía que iba formando otro partido, su fracción no es más que una secuela de este partido? Porque lo único que queda son los procedimientos, es el sufragio más o menos restringido; y eso, si alguna vez viene S. S. al banco ministerial, ya verá como sin excitación mía de ningún género lo ha de restringir. Por consiguiente, no queda más diferencia entre los principios de S. S. y los míos que una cuestión de procedimientos; y cuando en lo principal nos entendemos, yo espero que nos entenderemos también en lo secundario; yo así lo espero. Sus señorías podrán formar otro partido; elementos tienen para ello; y si cuentan con fuerzas, si son más liberales que nosotros, tanto mejor: yo creía que no podía ser; pero si puede ser y lo consiguen, yo me alegraré mucho.

Pero si no, créame S. S., quédese como avanzada del partido liberal, que puede prestar como avanzada muchísimos más servicios que como partido aislado e independiente; porque entonces S. S. como avanzada puede ser estímulo del partido liberal, haciendo en este concepto lo que las avanzadas políticas hacen en otros países con los partidos políticos, que es unirse con ellos en muchos casos y gobernar con ellos. Su señoría de esta manera, tomando participación en los asuntos de Estado, teniendo la influencia que debe tener en el Gobierno, gozando de las consideraciones que le son debidas, S. S. tendrán atendidos todos sus intereses, y no habrá ningún motivo de verdadero descontento entre S. S. y nosotros, y de esta manera podemos perfectamente entendernos.

De todos modos, yo tengo una satisfacción muy grande, porque a nosotros se nos dice que no somos bastante liberales y nunca ha habido en España tanta libertad práctica como la que ahora se disfruta, de suerte que atendiendo a esa libertad práctica, bien podemos considerarnos como el partido más liberal posible. ¿Qué significa la actitud que S. S. y sus amigos tienen respecto de este Gobierno? Pues no significa otra cosa que la confianza en las prácticas liberales de este Gobierno, ¿es que S. S. hubiera venido a ocupar el puesto que tan dignamente ocupa, sin el advenimiento al poder del partido liberal, sin el establecimiento y la práctica de la libertad tal como este Gobierno la realiza? Yo lo dudo. ¿Qué significa si no la benevolencia con que todavía tratan a este Gabinete otras fracciones más avanzadas que la de S. S.? Pues significa sencillamente que a pesar de los pesares, el partido liberal está cumpliendo sus compromisos en todo lo que el tiempo y el espacio le han permitido cumplirlos, como los cumplirá más adelante cuando el tiempo y el espacio también le permitan llevar a las leyes lo que hasta ahora no ha podido aplicar más que en una parte.

Me he extendido más de lo que quería, Sres. Diputados; pero perdonádmelo en gracia de las averiguaciones que hemos hecho. Nos hemos encontrado en vez de adversarios con amigos, y buen es que sepamos que lo son, aunque se presenten como amigos desdeñosos. [4885]



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